La filosofía de juego del América los ha privado de grandes hegemonías
Por Francisco Rojas
Si hay un equipo en todo el fútbol mexicano que puede presumir ser grande, es el América. Su afición que está esparcida por todo el país, los títulos, la historia que han escrito a lo largo de los años y su filosofía ganadora los respaldan. En América no basta con ganar partidos. Se necesita ganar campeonatos.
¿Jugar bien? Una exigencia.
¿Brindar espectáculo? Una obligación.
Cualquier resultado distinto a ello puede costarle el trabajo al director técnico en turno, pues la exigencia en el América se habla de a tú con las estrellas.
Por eso mismo se han cortado grandes procesos y frustrado brillantes hegemonías. Porque la vara para cada entrenador que ocupa el banco de las Águilas es lograr algo que, estadísticamente hablando, solo se logra cada diez años.
Lo que sucedió con Mario Carrillo en 2005 sirve de ejemplo. El tipo venía de romper récord de puntos con el América, eran los campeones vigentes y candidatos número uno a conseguir el título. Sin embargo, Tigres les arruinó la fiesta en el Azteca, con una remontada épica que le costó el puesto al maestro Carrillo.
Con Miguel Herrera ocurrió algo similar, aunque su caso pasó más por lo disciplinario.
Y es que siendo el director técnico más ganador en le historia del club, el ‘Piojo’ protagonizó una lamentable escena contra el entrenador de Los Angeles, luego de que este los venciera en las semifinales de la CONCACAF.
¿El resultado? Miguel Herrera despedido.
Con el ‘Tano’ Ortíz las cosas fueron diferentes porque fue él quien decidió darle as gracias al equipo, pero igual su continuidad ya estaba en la cuerda floja.
América aspira siempre a lo mejor. ‘Ser campeón o nada’, esa es su ideología institucional. Y está perfecto. Pero en una liga como la mexicana, en la que puede pasar prácticamente cualquier cosa, salir campeón muchas veces es algo subjetivo o hasta caprichoso. Que la continuidad de sus proyecto se base únicamente en ello puede ser un tanto peligroso.