La Nueva Azzurri
Por Futbox Media
Mencionar al Calcio Italiano, en el fútbol, siempre fue sinónimo de Catenaccio. Ese sistema táctico nacido en la década del 30 en Austria y Suiza de la mano de Karl Rappan pero que el fútbol italiano patentó y adoptó como propio a partir de los años 50, legitimado por los éxitos del Milan de Nereo Rocco y del Inter de Helenio Herrera. Un sistema que incluye un líbero y stoppers, defensas sólidas y jugar a la contra.
Mancini y sus alumnos lograron algo que parecía imposible: el cambio de una era, un nuevo estilo futbolístico donde predomina la vocación ofensiva y la intención de ser protagonista a través de la pelota en lugar de la cautela y la especulación. Pensando más en el arco rival que en el propio, un hecho totalmente invertido para la historia del Calcio.
El 13 de noviembre del 2017, la selección italiana, sin saberlo, firmó la muerte del clásico Catenaccio. Suecia la dejó sin el Mundial de Rusia 2018. Fracaso histórico al tratarse de la primera vez que la gloriosa Azzurri era eliminada de una Copa del Mundo, significó el fin de un estilo que había acompañado al conjunto italiano a lo largo de toda su historia.
La Federación Italiana de Fútbol le dio el cargo de entrenador a Roberto Mancini. El ex fino futbolista de la Sampdoria y de la Lazio arribaba, en teoría, con su pragmatismo a cuestas. Gracias a su inteligencia para efectuar el proceso de transformación futbolística que existía ya en la Serie A, decidió acompañar ese movimiento desde la Nazionale.
Desde Arrigo Sacchi con su poderoso Milán de fines de los años 80 y el posterior boom mundial que significó el Barcelona de Pep Guardiola, sirvieron como fuentes de inspiración para una larga lista de entrenadores italianos con ganas de romper los esquemas y rebelarse ante el tradicional Catenaccio. Sarri, Allegri, Conte, Mazzarri, Gasperini, Spalletti y Cía. entendieron que el fútbol había tomado otro rumbo.
Mancini supo ver ese movimiento y se sumó desde un lugar importante como era el de entrenador del seleccionado nacional. Unos años antes, Cesare Prandelli (2010-2014) marcó el punto de partida. Con un fútbol ofensivo llevó a Italia a la final de la Euro 2012 (derrota ante España) pero la eliminación en la primera ronda en el Mundial Brasil 2014 implicó volver a las fuentes. Pero Prandelli sentó las bases de una evolución que era inevitable.
Italia llegó a esta Euro con un récord de 27 partidos invicto. Superó la mejor racha en la historia del seleccionado italiano, que era de 30 encuentros sin perder en la gloriosa década del 30, cuando de la mano de Vittorio Pozzo encadenó dos Copas del Mundo: 1934 y 1938.
Así estaban jugando los italianos, agresivos en ataque, con recursos para elaborar y generar situaciones de gol en base a un juego donde la posesión era clave. Esa actitud protagónica la confirmó en la primera fase: 3-0 a Turquía en el debut, 3-0 a Suiza y 1-0 a Gales.
El pase a los octavos lo concretó invicto, con siete goles a favor, ninguno en contra y un alto nivel de juego. Con Austria fue al alargue para terminar venciendo 2-1. Ya en cuartos le ganó con justicia a Bélgica por el mismo resultado. Y llegó el momento en el que fue superado por su rival: España en la semifinal.
Pese al dominio del equipo de Luis Enrique, Italia logró llegar a los penales. Y desde los 12 pasos consiguió el boleto a la gran final. Nada menos que en Wembley y ante Inglaterra, el local. Perdiendo a los 3 minutos de juego, de a poco tomó la iniciativa. Le costó el primer tiempo pero mejoró en el segundo y llegó al empate, que no se modificaría en el resto del partido ni en la prórroga. Desde los 11 metros Gianluigi Donnarumma se convirtió en héroe para levantar por segunda vez en su historia el trofeo de la Euro. Italia llegó a 34 partidos oficiales sin conocer la derrota.
¿Qué fue Italia? Un equipo que desde el sistema táctico apeló al 4-3-3. Aunque fue mentiroso en los roles.
La selección de Mancini tuvo un esquema inusual a lo largo del torneo. Un lateral derecho (Di Lorenzo) como tercer central junto a los dos gladiadores que fueron Bonucci y Chiellini, y el otro lateral, el izquierdo (Spinazzola hasta su lesión ante Bélgica) convirtiendo esa banda en el lado fuerte italiano.
Sí, ahí por donde transitaba un inspirado Marco Verratti en su rol de interior (Locatelli en los dos primeros partidos) y un desequilibrante Insigne como falso extremo por su inclinación a ocupar esos pasillos centrales en los ataques del equipo.
Del otro lado, la presencia en el círculo central de, quizás, el mejor jugador de esta Euro: Jorginho. Indispensable para la visión de juego de Mancini, para ser la salida limpia.
Sobre la derecha, cerrado, un Nicolo Barella que se destacó como llegador, así como juega en el Inter.
Como extremo derecho arrancó Berardi pero el puesto se lo sacó un Chiesa que, en la final, hubiese sido el MVP si el partido finalizaba en los 90'. De 9, el goleador Ciro Inmobile.
Un atacante a la vieja usanza, más centrodelantero y poco participativo en la generación de juego aunque aportó dos goles en esta Euro. Fue una Italia que hizo historia. La mejor de una Eurocopa que mostró un gran nivel.
La confirmación de un nuevo estilo que le dijo chau al famoso Catenaccio.