Lo de Russo con Salvio es un capricho sumamente arriesgado
Por Franco Formoso
Miguel Ángel Russo no debe apurar a Eduardo Salvio. ¿Para qué arriesgarlo si hay una infinidad de variantes posibles? Que el esquema consolidado no se imponga a costa de la salud, por favor.
Boca Juniors tiene una difícil misión en Porto Alegre. Deberá traerse un resultado positivo de su visita a Inter, aunque es cierto que irá con todos sus titulares y el presente de ellos es mejor que el anfitrión inicial en los octavos de final de Copa Libertadores. Sin embargo, existe un interrogante y el mismo gira en torno a Eduardo Salvio.
¿Es necesario arriesgar al Toto pensando en que hace poco sufrió una lesión muscular? ¿Para qué exigir al futbolista cuando se pueden plantear diferentes estrategias y/o suplirlo con jugadores cuyas cualidades sean complementarias o similares? En este caso, pareciera que Miguel Ángel Russo se encaprichó con repetir el equipo que venía invicto en su nueva era al frente del Xeneize.
Es verdad, no podemos negarlo, que el Boca muletto presentado en la Copa de la Liga Profesional ha sido realmente pobre en cuanto a producción, eficacia y contundencia. Sólo se ha salvado Ramón Ábila, un centrodelantero tosco que se mantiene cerca del arco rival (abusando, muchas veces, de la posición adelantada) que generalmente aprovecha las pocas chances que tiene frente al golero de turno.
Allí nace la necesidad imperiosa de Russo por mantener el equipo que supo ganar la Superliga, el que llegó a octavos de final de Copa Libertadores y ese que perdió a Guillermo Pol Fernández. Salvio es figura indiscutida, pero hoy sufre justamente por esa condición: si no sería indispensable, podría terminar su recuperación con mucha más tranquilidad.
La jugada puede salir bien, pero también puede ser un riesgo grande: el partido dura 180 minutos, es hasta absurdo obligar al futbolista a exigirse por demás en un encuentro que no definirá nada. Eso sí: determinará muchas cosas pensando en la revancha de la semana próxima.