Luis Enrique, Marcos Llorente no puede volver a jugar de lateral derecho

Marcos Llorente
Marcos Llorente / David Ramos/Getty Images
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Ha quedado demostrado que cuando Marcos Llorente juega en su posición hablamos de uno de los mejores jugadores del momento. Pocos futbolistas españoles llegaron en mejor estado de forma que él a la última Eurocopa, y su participación fue prácticamente nula.

Luis Enrique se ha empeñado en colocarle en la posición de lateral, zona del campo que no maneja del todo, pues aunque con el Cholo Simeone ha ocupado en alguna ocasión esa demarcación, en el conjunto colchonero las funciones que ha de cumplir son totalmente diferentes.

La selección española se está perdiendo a uno de los mejores interiores de Europa. Pese a lo robusto que puede aparecer en ocasiones con balón, Marcos Llorente es sin ninguna duda un jugador fino que posee mucho más toque de lo que la gente puede llegar a imaginarse.

El principal inconveniente de colocarle en esa posición tan a menudo es que nos estamos perdiendo a un jugador diferencial en los metros finales. Un jugador capaz de desarmar una defensa tanto de forma individual como colectiva. Es cierto que la forma de entender el fútbol de Luis Enrique y Simeone no es exactamente la misma, pero tratándose de un jugador de este calibre, seguro que ambos entrenadores pueden llegar a encontrarle su sitio en el terreno de juego. Realmente Simeone ya lo ha conseguido.

Sin criticar en exceso a la Eurocopa de Koke, hay que admitir que esa posición de interior diestro fue uno de los huecos más débiles de España durante la Euro. En ningún momento a Luis Enrique le dio por probar a Marcos Llorente junto a ese tándem formado por Busquets y Pedri que tan bien estaba funcionando.

Ayer en el amistoso frente Georgia vimos por primera vez a Marcos Llorente en una posición que le resultaba familiar, en la demarcación que lleva ocupando desde que aterrizó al Wanda Metropolitano, y sorpresa, completó un partidazo. Seguir utilizando a Marcos como lateral no es la mejor de las ideas. Será difícil hacer cambiar de opinión a un entrenador tan cabezota como Luis Enrique, pero las evidencias se encuentran delante de sus ojos.