Radrizzani puede hundir los últimos atisbos de valencianismo

Aficionados del Valencia en la previa de un partido
Aficionados del Valencia en la previa de un partido / JOSE JORDAN/Getty Images
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Nadie olvida la bienvenida de Peter Lim a Mestalla. El valencianismo, cansado de bigotes y corruptelas, recibió al multimillonario de Singapur con clamor. Una escena similar a la espera en ‘Bienvenido Mr. Marshall’. Muchos creyentes en el ratpenat creían que el de Singapur traería el plan de recuperación económica perfecto para que el Valencia pudiera volver a vivir sus mejores tiempos. Han ganado la Copa del Rey, pero ahora están sumidos en una depresión de la que no encuentran salida.

Peter Lim y su fiel aliado Antil Murthy han agarrado el Valencia por los pies y lo han puesto bocabajo, intentan sacar hasta la última moneda del bolsillo. El propietario se ha cansado de su juguete, más todavía de una afición que dolida protesta y critica cada decisión, todas erróneas. Ahora quiere recuperar la inversión y se plantea vender el club. Muchos valencianistas se han hartado, otros creen en la venta y confían en una nueva esperanza.

Hay que llevar cuidado con la fuerza, pues un Skywalker puede convertirse en un héroe y maestro jedi… o en un Lord Sith. El caso Radrizzani, sinceramente, apunta a sable rojo y fuerzas oscuras. El italiano, por mucho estudio previo y fútbol que vea, no es conocedor del valencianismo ni de su santo y seña. Los chés ya han vivido la inversión extranjera y deberían recelar. El patrón se cansa del juguete y termina como el Racing de Santander o el Málaga.

El proyecto del italiano puede ser todavía peor que el de estos y relegar al Valencia a una altura muy impropia de su historia. Las filtraciones revelan que el italiano no quiere al conjunto de Mestalla para hacerlo un equipo grande y regresar a las finales de Champions League. La intención primaria es adquirir el club para formar jugadores e intercambiarlos con el Leeds United, su verdadera apuesta. La simple idea de ser un filial hiere el orgullo valencianista.

El Valencia está en coma e incluso puede coquetear con el descenso a Segunda División. Algunos valencianistas, cansados, se bajan del barco y pasan a ver a los chés desde la barrera, cansados de dimes y diretes, secuestros express y mandatarios de un lugar de cuyo nombre no quieren acordarse, y no está en La Mancha. Otros crean plataformas para expulsar a Lim. Sobre estos recae el peso de la decisión. Su palabra y su representación puede ser clave. Está en sus voces seguir siendo el Valencia, en lo bueno y en lo malo, o ser el equipo B de los pavos reales. El murciélago que avanzó hasta Orihuela o el turismo que acude en masa a la fiesta de Gandía o Benidorm. La moneda está echada, ser un filial no puede ser una opción.