Renato Ibarra no debió ser aceptado por el Atlas ni por ningún otro club mexicano
Por Carlos Alberto Pérez García
Se confirmó el traspaso de Renato Ibarra a los Rojinegros del Atlas, abandonando el Club América por la puerta de atrás y llevándose todo el mar de polémica que envolvió a la institución desde el mes de marzo, cuando se hizo pública su discusión y agresión a Lucely Chalá, ex pareja del ecuatoriano.
Lamentablemente para los valores que quiere pregonar la Liga MX, este movimiento solo atenta contra cualquier manifestación para erradicar la violencia intrafamiliar que existe en la sociedad impulsada por el machismo y que tanta lucha ha ocasionado por las calles del país.
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Con esta "segunda oportunidad" que recibe Renato, cualquier discurso que el Atlas haya expresado a favor de la igualdad de género, discriminación o violencia queda invalidado. Se necesitaría mucho cinismo para subirse al barco de apoyo para estas causas luego de contratar a un individuo acusado y arrestado por agredir a su esposa, con pruebas médicas que avalan esta declaración.
El hecho de que la demanda haya sido retirada en contra de Renato Ibarra no quiere decir que sea inocente y mucho menos que todo debería regresar a la normalidad. Cualquier actitud violenta en temas de género debe ser penalizada de la mayor forma posible, sobre todo en el fútbol mexicano, un espacio que atrae uno de los sectores más machistas de la población mexicana y que debería recibir mensajes contundentes respecto a este tipo de agresiones.
Los tiempos actuales no deberían permitir que un tema tan delicado sea influenciado por aspectos deportivos y mucho menos económicos. Si hoy Renato Ibarra tiene contrato en México es porque tuvo el dinero suficiente para solventar la situación con su esposa y porque tiene las aptitudes deportivas necesarias para rendir en cualquier equipo de México; pero ninguna razón debería ser suficiente para exonerarlo de un castigo.
Si la justicia mexicana se vio inhabilitada para imponerle una reprimenda acorde, la Liga MX debió actuar de oficio, realizar una investigación privada e imponerle el castigo merecido, pues no sólo se trata de un problema del equipo que lo tiene contrastado, sino de todo el fútbol mexicano y el mensaje que se tiene que dar desde esta posición. La liga, federación y cada directiva debió unirse, investigar el caso a fondo y prohibir cualquier fichaje relacionado al jugador, pues de esta forma el caso quedará en el olvido y la sociedad actual no tendrá los impulsos necesarios para mejorar la desigualdad de género que existe día con día.
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