La ilusión culé tiene nombre y apellido: Xavi Hernández

Se acabó la pesadilla. Comenzó un verano en el que el Barcelona afrontaba un mercado de traspasos duro dada la increíble deuda que azotaba a las arcas del club. La única certeza del equipo se tornó en terror absoluto cuando se supo que el mejor jugador de todos los tiempos no iba a seguir en la entidad. Era el fin de una era, el final de todo lo que resultaba cómodo, de todo aquello en lo que confiar. Se acabó la época de partir con ligera ventaja frente a cualquier rival del mundo por el simple motivo de su presencia en el terreno de juego. Porque con Messi nunca se sabe. Lo difícil lo hacía fácil y lo fácil aún más sencillo. Lo imposible lo hacía posible y lo posible lo hacía siempre.
Otros jugadores sumamente importantes para el equipo abandonaron el club, pero con respeto para todos y cada uno de ellos, su marcha quedará en el olvido eclipsada por la de Leo.
El curso no iba a ser sencillo. Reponerse de algo así no tiene precedentes por lo que era imposible intentar tratar de analizar con certeza el alcance de la crisis deportiva en la que se sumergiría el club. Como era de esperar el inicio de campaña ha sido desastroso. Los resultados no han sido los esperados y el juego no ha acompañado en absoluto.
Con el equipo con pie y medio fuera de la Champions y más cerca del descenso que de la punta de LaLiga, Joan Laporta dio ayer el paso que todos los culés estaban esperando. Ronald Koeman fue destituido como entrenador del primer equipo.
Esta mañana se ha abierto un abanico de posibles sustitutos para el puesto de técnico, pero los ojos del barcelonismo se centran única y exclusivamente en la figura de Xavi Hernández. El ex jugador del Barça acaba de ganar otro título con su equipo, y todo apunta a que ni él ni el Al-Sadd pondrán demasiadas trabas para que el sueño de los culés pueda cumplirse; la vuelta de Xavi a Can Barça, pero esta vez al banquillo.
No hay otra opción. La única forma de reencontrarse con el fútbol que llevó a este club a la cima del mundo es de la mano del cerebro que plasmó este estilo en el terreno de juego. El Barça de Guardiola era Messi, pero también era Xavi. Era muy de Xavi.
La opción de que el catalán recale en el banquillo culé se antoja como un brote verde en esta áspera y rocosa travesía que ha comenzado a recorrer el Barcelona desde la marcha de Messi. Una pequeña luz al final del túnel, un parpadeo minúsculo a orillas de un infinito letargo.
Xavi no es una certeza, es más un clavo ardiendo. La esperanza no se va a perder y se tendrá paciencia, y más cuando se deposita en una persona como él. Un culé de los pies a la cabeza que ha demostrado que cuenta con los conocimientos, la actitud y las ganas suficientes para lograr que este grupo de jugadores desmotivados y cabizbajos compitan por absolutamente todo y vuelvan a estar donde se merecen, en lo más alto.