Zlatan Ibrahimovic, rey del fútbol
Tres anillos para los Reyes Elfos bajo el cielo. Siete para los Señores Enanos en palacios de piedra. Nueve para los Hombres Mortales condenados a morir. Uno para el Señor Oscuro, sobre el trono oscuro en la Tierra de Mordor donde se extienden las sombras. El último para Zlatan Ibrahimovic. Un anillo para gobernarlos a todos. Un anillo para encontrarlos. Un anillo para atraerlos y atarlos en las tinieblas del área donde se extiende la figura del señor Zlatan.
Zlatan Ibrahimovic, no sabemos si tiene algún lazo sanguíneo con Aragorn, hijo de Arathorn y le llaman Ellesar, Piedra de Elfo, Dúnadan, heredero de Isildur, hijo de Elendil de Gondol, pero por sus venas corre sangre de reyes. El sueco no nació en la Tierra Media, ni combatió junto a Legolas y Gimly con una Narsil. Ni tan siquiera parece que haya probabilidad de que sea un Istari y haya llegado a este mundo tras Gandalf el Girs, Saruman el Blanco, Radagast el Pardo y los Magos Azules Alatar y Pallando.
No, tampoco hay certeza de que tenga sangre espartana y combatiera junto a Leónidas y sus 300 contra el Imperio Persa. Por sus venas no corre la sangre de Zeus y no ha pasado los 12 trabajos de Hércules. Tampoco es un semidios que quiera vengarse del Olimpo como Kratos. Ni siquiera es una regeneración de Aquiles, pues sus problemas no fueron en el tendón.
Zlatan Ibrahimovic no pertenece a la Tierra Media ni a la Grecia antigua. Tampoco a las aventuras hollywoodienses ni a los ídolos del trap. Probablemente Zlatan se reiría de C Tangana, su ídolo nunca jamás cae. El sueco ha llegado a la era tecnológica para, a través del balón, ser el profeta que se siente en el trono mundial. El nuevo orden no existe, es Zlatan.
El delantero del Milan tiene 39 años. Ha sufrido lesiones que le han tenido más de un año apartado de los terrenos de juego. Dio un paso atrás y se marchó a Los Ángeles Galaxy para acaparar focos fantásticos al final de su carrera. Ha puesto sus ojos más allá del fútbol, pero nada le ha podido separar de su destino. La temporada pasada volvió al Milan y este fin de semana ha sido el héroe del Derbi della Madonnina.
Ibrahimovic, como buen héroe, quiso un clímax. Provocó un penalti y lo falló, pero fue preciso en el rechace y fusiló al meta del Inter. Su guion no había terminado. La actuación necesitaba del final apoteósico digno de los grandes héroes. Recibió un paso de Leão y marcó su segundo tanto. El Inter ya no pudo hacer nada y el Milan es primero con cuatro victorias en cuatro partidos. Ibrahimovic ha anotado cuatro tantos en dos.
No sabemos si la sangre del delantero es inmortal. Tal vez su físico algún día diga basta, pero hasta entonces debemos disfrutar del que puede ser el último de sus trabajos. Ibrahimovic se ha propuesto levantar al Milan y volver a llevarlo a la cima italiano. Quiere que el escudo sea más grande que los Alpes. Su figura ya es la más grande del universo. Simplemente Zlatan.